lunes, 15 de julio de 2013

Catatumbo: que Santos renuncie a la violencia para hacer política

La situación en el Catatumbo reventó hace exactamente un mes y dos días porque tenía que reventar. Los campesinos salieron a tomarse las rutas de la región porque se cansaron de los engaños y abusos por parte del Estado, de la falta de alternativas y de esperar en medio de una miseria abyecta. Nadie puede decir que sus demandas son descabelladas: exigen que se frene la locomotora minera que está destruyendo el ambiente y las comunidades, que se pare la erradicación forzosa de cultivos ilícitos mientras no se den alternativas reales a los campesinos para no pasar hambre, que se frene la militarización de la región, que se apruebe el proyecto de desarrollo sostenible que han desarrollado los propios campesinos y que se apruebe la zona de reserva campesina en el Catatumbo, la cual ha sido vetada ilegalmente por el ministerio de defensa. La respuesta del Estado a las demandas de los campesinos ha sido de naturaleza militar; su estrategia ha combinado la violencia con el engaño. Por una parte, la respuesta violenta a la protesta social ha dejado decenas de heridos, cientos de presos y cuatro muertos: Dionel Jácome Ortiz, Edwin Franco Jaimes, Diomar Angarita y Hermidez Palacio. Esta respuesta militar ha sido azuzada desde los medios de comunicación oficiales que se han hecho eco de una serie de señalamientos irresponsables de personeros del gobierno y del ejército en contra de los campesinos, de su organización así como de quienes se han solidarizado de ellos.

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