lunes, 2 de diciembre de 2013

El anarquismo como filosofía práctica

La palabra "ideología" tiene un claro sentido peyorativo en boca de algunas personas, con la intención de etiquetar a los que profesan ciertas ideas como "doctrinarios". Hoy en día, después del desastre causado en el siglo XX por los sistemas totalitarios, es incluso habitual en la clase dirigente (por claro interés) y en muchos ciudadanos (tal vez, por falta de nivel) presumir de que lo suyo no es ideología, y vincular cualquier ideología con el desastre (epítetos como "radical", para nada peyorativa si empleamos alguna neurona, o "violento" es un resultante de esas actitud). Naturalmente, desenmascarar esta intención resulta sencillo. A pesar de ello, los políticos de la democracia representativa siguen usando las clásicas distinciones entre izquierda y derecha, reducidas a un nivel parlamentario en el que la política se desarrolla por cauces establecidos y en el que la distinción entre los dos grandes partidos (los únicos con posibilidades reales de gobernar) son mínimas. Los unos, que pueden llamarse "socialdemócratas", siguen usando siglas históricas que aluden a una ideología de la que no conservan ni los restos (aunque, sirve al menos para que la derecha les acuse graciosamente de totalitarios o estalinistas, jugando con la ignorancia política e histórica de las personas); los otros, ocultos en el interior de un monstruo bastardo que no ha encontrado una guarida limpia de resabios fascistas, quieren llamarse "liberales" e "ilustrados" al modo europeo encontrando en el empeño una y otra vez el esperpento español valleinclanesco. La política y la ideología ha quedado reducida, pues, a un juego aparentemente mínimo (o de bajo nivel, que asegure la participación de cualquier ciudadano) que asegura la oligarquía (estatalismo) y el liberalismo económico (la explotación capitalista).

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