martes, 15 de abril de 2014

Herederos de la esclavitud en Colombia

Militarización y dominio paramilitar sojuzgan con violencia a los habitantes de esta región colombiana, donde el 80 por ciento de los habitantes vive en la pobreza y a la que el capital pretende explotar todavía más.

Buenaventura, Colombia. La sangre hiede, como los gritos de los picados cuando su cuerpo es hecho polvo, atraviesa las paredes de madera, que separa cada casa en los barrios de Bajamar, en sus maderas van quedando huellas de lo que un día fue sangre y que poco a poco desaparece con la mugre. Pero el olvido se mata, los NN, los que ya han sido asesinados o desaparecidos aparecen en medio de la bullaranga, del terror y del miedo, la gente no quiere más.
Allá en Buenaventura ya no se proyecta sino que se instituye un modelo de desarrollo con publicidad y muerte. Allá no se usan los metales sobre el cuello o sobre los pies. El metal se ha convertido en violencia de terror y en el control sobre cada calle y cada movimiento a través de jóvenes afros vinculados al paramilitarismo con está neo esclavitud se consolida un control sobre el territorio conforme a los propósitos del mercado mundial.
Pasear por los barrios El Lleras, San José o Sanyu, La Playita, Viento Libre, Muro Yusti, Campo Alegre, Santa Mónica, Morrocoy, Arenal, Piedras Cantas, Alfonso López, Palo Seco, El Capricho y La Palera en Buenaventura es congelar las imágenes del tráfico africano a las Américas pero en los tiempos de la llamada modernidad. En todos ellos existen casas de “pique”, son parte de la memoria viviente y presente, no son una invención o fantasmas inexistentes, no son mentira son una realidad.
Además de los afros que las perciben los indicios se encuentran con las aves de carroña, aquellas que se ven revoloteando sobre el mar en círculos de color negro, ellas avisoran lo que ya está muerto, se nutren de la muerte, pero a diferencia de los paramilitares, los chulos lo hacen para sobrevivir, para resignificar los deshechos, entre ellos el cuerpo humano. Allá entre el movimiento circular de las aves oscuras, la cadencia del cuerpo convertida en mercancía o en pecado, según, la norma paramilitar, es usada como carnada para ir moldeando la sociedad que se proyecta detrás de esa criminalidad. La mujer es danza, es placer a la vista o para satisfacer la pasión machista, para atrapar a los enemigos o para ser parte de una red sexual.


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