jueves, 22 de mayo de 2014

El proceso de paz ¿secuestrado por el miedo?

No deja de sorprenderme la poca capacidad que tenemos de aprender de nuestra experiencia y de nuestra historia. A una semana de las elecciones y en medio de encuestas amañadas (como siempre son amañadas las encuestas en Colombia) que dan una victoria técnica a Zuluaga, candidato de la derecha belicosa y ultramontana, muchos son presas del pánico y corren, de buenas o malas, a respaldar a Santos, candidato de la derecha neoliberal que hoy negocia en medio de los bombardeos, pero que ayer fue responsable político de los falsos positivos y mañana… puede ser cualquier cosa. Porque si ha habido un camaleón en la política colombiana es Santos, que se ha paseado en los últimos veinticinco años por las oficinas de todos los gobiernos que ha habido. Fue el más uribista de los uribistas por la mayor parte del negro período 2002-2010. No olvidemos que llegó al poder como el mismísimo ungido de Uribe Vélez y negoció con la insurgencia porque era la mejor alternativa que tenía en medio de un escenario ascendente de luchas populares, una guerrilla que había asimilado los golpes del Plan Colombia y que comenzaba a golpear más duro que nunca, y de la necesidad de pacificar al país para la implementación de su Plan de Desarrollo Nacional.

Santos no es un convencido de la paz, ni con justicia ni con injusticia social. Sencillamente persigue los intereses de la clase social a la que representa. Si el día de mañana le conviene nuevamente más la estrategia militarista, él mismo lo ha dicho: patea la mesa y vuelta a la guerra como si nada. Por eso es que no le pone el bozal al ministro Pinzón que no para de ladrar contra el proceso de paz.

No está de más recordar, una vez más, que el proceso de paz no es, ni ahora ni ayer, una concesión benevolente de la oligarquía. La instalación de la mesa de negociaciones es un triunfo de la lucha del pueblo colombiano, de los sectores que no se amedrentaron ante la guerra total del régimen y que resistieron la imposición de su modelo a sangre y fuego; de quienes han insistido que el conflicto social y armado colombiano tiene causas estructurales y que son esas causas las que deben resolverse para poder superarlo. Precisamente todo aquello que el establecimiento y sus obsecuentes medios negaron a rajatabla durante el período de Uribe en el poder, y que hoy aceptan con muchos peros y a regañadientes. Porque les toca aceptarlo, porque el pueblo colombiano está empezando a hablar fuerte y claro.

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