miércoles, 11 de junio de 2014

¿La mal llamada izquierda colombiana tras la paz o tras una cucharadita de la mermelada de Santos?

La alineación de la mal llamada izquierda en torno a la paz santista evidenció la colosal inconsistencia
ideológica y conceptual o, por lo menos, la alta dosis de ingenuidad y/o oportunismo, de aquellos que se hacen llamar izquierdistas o “izquierdoides” enColombia. También quedó en claro que tras ese fervor por la paz Santista hay un velado anhelo por lograr una cucharadita de mermelada. Todo el mundo coincide en que la diferencia entre la solución a la guerra civil colombiana propuesta por Santos y la de Zuluaga “…no es más que una farsa, un escenario mediático que pretende trasladar a la inmensa mayoría de colombianos, la responsabilidad por una guerra de la que los únicos responsables son las dos facciones políticas oligárquicas y violentas que se disputan hoy el control del Estado en Colombia” (Timoleón Jimenez Timochenco. Del dilema mediático al dilema real. Anncol, Junio 06 de 2014) El mismo Timochenco hace ver “…que el Presidente Santos fungió como ministro estrella del segundo gobierno de Álvaro Uribe Vélez, que fue él quien anunció con júbilo al país el ataque del 8 de marzo de 2008 en Sucumbíos, que no puede evadir su responsabilidad en las repudiables crímenes denominados falsos positivos, que fue él quien al tiempo de comunicar la muerte del Comandante Jorge Briceño, conminó furioso a la rendición y entrega de las FARC, so pena de ir a por ellas, que fue él quien ordenó el asesinato del Comandante Alfonso Cano mientras intercambiaban mensajes en torno a un posible proceso de conversaciones, y quien incluso reconoció haber llorado de felicidad al conocer la noticia. Mal puede presentarse como el hombre de la paz”. Y se sabe de sobra que la paz de Juan Manuel no es más que un caramelo reeleccionista, el que se agotará una vez pasen las elecciones salga quien salga elegido. Post elecciones presidenciales, vendrán los inamovibles del régimen, no dejar de lado que no será Santos ni Zuluaga quienes decidirán qué acordar con la insurgencia; eso depende de los intereses de dominación geoestratégica del Pentágono. Siguiendo a Timochenco, “Santos menosprecia cualquier reforma de amplio contenido democrático, o que implique el menor cambio en la inequitativa distribución de la tierra y la riqueza en el país”. Así mismo sostiene el jefe guerrillero que la paz de Santos, “implica necesariamente que todo siga igual. Que no se toquen para nada las causas que han originado la confrontación del último medio siglo enColombia”; y agrega, “…no escuchamos una sola palabra de sus labios que significara algún estímulo esperanzador o que tuviera la aptitud de inspirar confianza en los sectores populares afectados por las políticas de su gobierno”.
Queda claro que, al final de la partida, Santos y Zuluaga expelerán el mismo miasma putrefacto de los cadáveres de campesinos y luchadores sociales que dejen militares y paramilitares regados por campos y ciudades a lo largo y ancho de la nación, pues si las FARC no deponen las armas tan solo por algo de plata y unas cuantas curules la guerra se prolongará ad infinitum.



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