sábado, 17 de enero de 2015

El debate en torno a Charlie Hebdo... ser no ser, esa es la cuestión

Recientemente escribí un breve artículo titulado Je ne sui spas Charlie (Yo no Soy Charlie) sobre la respuesta que suscitó la masacre de los caricaturistas de Charlie Hebdo en París en los medios comunicativos y sociales, así como sobre ciertos contenidos de la revista, en particular la trivialización del asesinato de musulmanes. Este artículo ha despertado una viva polémica que no necesariamente ha tenido que ver con la intención con que el artículo fue escrito, pero que sin embargo ha servido para estimular un debate en momentos en que desde todas las esquinas buscan acallarlo con consignas fáciles. Un amigo decía que lo único que vale la pena escribir es lo que molesta al poder y al pensamiento hegemónico, aunque éste se disfrace de alternativo.

Dentro de los maniqueísmos impuestos (estás con Charlie o con el islamismo), a muchos les parece sorprendente que alguien pueda repudiar a la vez el ataque a la oficina deCharlie Hebdo y las caricaturas de esta revista. Sea por estrechez mental, mala comprensión de lectura, mala fe o lisa y llana estupidez, hay quienes han llegado a la sorprendente conclusión de que denunciar el carácter racista –evidente- de muchas de las caricaturas del Charlie Hebdo significa, en el mejor de los casos, “hacer el juego a los terroristas” o, en el peor de los casos, avalar la masacre. No ponerse la camiseta Yo Soy Charlie te convierte en sospechoso, en uno de los “otros”. Pues yo no entro a ese chantaje. Creo que es un deber moral no solamente repudiar el ataque, sino sobre todo y con más fuerza, oponerse a esta avalancha de racismo y xenofobia que inunda a Europa, donde 80 años después el neonazismo se está poniendo de moda nuevamente, precisamente, gracias a la islamofobia. Así mismo, hay que oponerse a las representaciones culturales que, manipuladas o no, consciente o inconscientemente, se están utilizando para fomentar el odio. Posición que no es nada fácil en medio del macartismo reinante y de la actitud refleja de muchos a ponerse la camiseta Yo soy Charlie siguiendo ciegamente las tendencias de facebook.


Los que son y los que no son

El artículo representó a muchos que no creen que, por repudiar el crimen perpetuado contra Charlie Hebdo por extremistas islámicos, se vuelva aceptable tanto la representación racista que en esta revista o en otros medios de comunicación se hace de las personas de países musulmanes, como celebrar estas representaciones, circularlas y apoyar acríticamente una consigna tan manipulable como Je suis Charlie. Re-publicar tales caricaturas no es ni “valiente” ni “irreverente”; es seguir echando gratuitamente leña al fuego en una situación ya lo suficientemente explosiva, que requiere abrir las puertas a un mayor dialogo inter-cultural, no un portazo. El artículo representó a muchos para quienes lo ocurrido en París no debe vaciarse de contexto histórico, como si el colonialismo y las agresiones imperialistas tanto de Francia como de las potencias de Occidente no tuvieran nada que ver en toda esta carnicería global –posición argumentada de manera muy convincente por Robert Fisk en un artículo en el Independent[1]. También representó a quienes ven con preocupación la manipulación de este crimen para justificar futuros crímenes sea en la forma de ataques racistas a inmigrantes o de intervenciones militares como la intervención indirecta de Francia en Siria, donde, dicho sea de paso, los hermanos Kouachi obtuvieron su entrenamiento militar con los “combatientes de la libertad” apoyados por los galos. Por último, representó a quienes no pasan por alto la hipocresía de muchos jefes de Estado que marcharon en París por la “libertad de expresión” pero que censuran, amordazan y asesinan periodistas en sus propios países (o en los que ocupan)[2]. Ironías de la vida: un caricaturista de Charlie Hebdo, Bernard Holtrop, dijo el sábado que “vomitamos en toda esta gente que de repente se hacen llamar nuestros amigos. (…) Nunca han visto a Charlie Hebdo”. 

Pero también desató la reacción de muchos detractores, desde diferentes ángulos. La agresividad de algunos es claramente reflejo del ambiente de beligerancia que se nos infunde desde los medios de comunicación de masas como parte de la “Guerra contra el Terrorismo” y que se respira particularmente pesado acá en Europa. Basta ver los comentarios que suscita cualquier mención a árabes en internet para darse cuenta que hay una islamofobia impresionante: agresividad que, lejos de ser puramente discursiva, se refleja en ataques contra miembros de la comunidad árabe europea, en agresión simbólica e insultos, en apoyo abierto o tácito a bombardeos en tierras árabes o al estrangulamiento de Palestina. La semana ha terminado con los extremistas abatidos después de una cacería implacable que no podía terminar en nada más que en su muerte; pero todavía quedan cinco millones de musulmanes en Francia, todos potencialmente peligrosos, todos amenazantes, todos culpables hasta que no se demuestre lo contrario. Una buena dosis de paranoia es necesaria para alimentar este despreciable sentimiento: cualquiera que escuchara hablar a ciertos comentaristas se imaginaría que vivimos en una Europa dominada por clérigos islamistas que imponen la sharia, que acorralan al pensamiento secular y al cristiano, y se roban “nuestras” mujeres. Steve Emerson, por ejemplo, un supuesto experto en “terrorismo”, decía en Fox News que Birmingham era una ciudad totalmente islámica a la que no podían entrar gente que no fuera de esa religión[3]. Aunque la estupidez de este comentario no pasó desapercibida, existe una corriente de opinión que cree, contra toda evidencia, que estamos rodeados y tenemos que ir por ellos, cogerlos donde se escondan, en sus barrios o en sus países, y seguir así alimentando esta interminable guerra civilizatoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario